Aquí estoy el día de mi bautizo, con sólo un día de vida. En aquel entonces era costumbre bautizar a los niños a poco de nacer por aquello de que si les pasaba algo que no fueran al limbo por no haberles echado el agua bendita encima. La abuela Pilar, que me sostiene en brazos, fue mi madrina, y el abuelo Alfonso mi padrino. La abuela Luisa completa la escena. Parecen muy solemnes, y muy vestidos teniendo en cuenta que estaban en pleno verano. Esta foto la tengo yo en una de las estanterías del mueble del salón de mi casa. Siempre me ha gustado mucho, mis abuelos al completo mirándome, pendientes de mí.
En esta estoy en el apartamento que solíamos ocupar en Benidorm, muy pequeño, con mi hermana y dos de mis primos, que como viven en Alicante nos solían visitar en las vacaciones. Mi primo Alfonso tiene un poco cara de guasa. Mi primo Carlos está jugando conmigo al ajedrez. Él tenía en realidad sólo un año menos que yo, pero casi parezco su madre, porque se crió un poco canijo. Ahora de mayor nada que ver. Yo tendría unos 14 años.
Mis primos eran buenos chicos pero con tendencia a ser un poco gamberros. Cuando éramos más pequeñas que en esta foto les gustaba escandalizarnos y hacernos reir haciendo el ganso y diciendo cosas graciosas. La edad del pavo parecía que no se les iba a terminar nunca. Lo de hacer ruidos metiendo la mano bajo la axila y subiendo y bajando el brazo nos hacía morirnos de la risa a mi hermana y a mí. Como éramos tan educaditas cualquier cosa que se saliera un poco de lo normal nos sorprendía y regocijaba.
Aquí aparece mi madre de la mano de la abuela Pilar, y su hermana, mi tía Carmen, en brazos de la tía Regina. Mi tía Regina era la hermana más pequeña de mi abuelo materno. La tuvo mi bisabuela, a la que yo conocí porque murió casi con 100 años, de su segundo matrimonio, tras quedarse viuda.
Era una mujer menuda, muy rubia, con los ojos muy azules y la piel muy blanca. Parecía extranjera. Tenía un magnífico carácter, siempre amable con todo el mundo, y educadísima, con ese refinamiento que ya casi sólo puede encontrarse cuando se mira al pasado. Se ha muerto hace poquito, a finales de agosto, nonagenaria también pero, a diferencia de su madre, ella no pudo llegar en buenas condiciones.
Impresiona ver que alguien como ella desaparece, porque era el último miembro de una generación muy especial que marcó toda una época. Con mi tía Regina se van costumbres, formas de ser, actitudes vitales que difícilmente vuelvan a darse, valores que hoy están en desuso.
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