miércoles, 28 de septiembre de 2011

Amor, amor


Cuando contemplo a mi hijo fumando uno de esos cigarrillos que se hace con tabaco de liar, tan parsimonioso, no puedo evitar recordarle cuando era un niño, no hace tanto, sus manos tan pequeñas, su cuerpo menudo.

Y ahora de repente es ya un hombre, y el amor ha llamado a su puerta. Por lo que se ve no cejó en su amor por Artemisa, del que ya hablé algunos posts atrás, pues lo que parecía un rechazo por parte de ella era en realidad temor a lo que podría suceder.

En el Hospital de Día donde se encuentran no están permitidas relaciones de ninguna clase entre ellos, exceptuando las propias de compañerismo y la convivencia de todos a diario. Artemisa fue llamada aparte por una de las terapeutas para advertirle que no se haría ninguna excepción con nadie, que sabe las consecuencias que puede tener hacer caso omiso a las normas, sabidas por todos de antemano, y que mantuviera las distancias, que supiera estar en su lugar. Ella salió llorando después de aquello.

Miguel Ángel ha sido advertido también aparte en el mismo sentido, pero su reacción fue de abatimiento. Ella le preguntó, cuando le tocó poner la mesa a la hora de comer aquel día, qué le pasaba. Tras mucho insistir le contó lo que le habían dicho.

“Nadie puede interponerse entre dos personas”, ha sentenciado Miguel Ángel, al que ya intuía tremendamente romántico y apasionado. “Debes tener paciencia y terminar el tratamiento. Luego ya se verá”, le dije para consolarle. “Entonces arráncame el corazón”, me respondió muy serio. No pude evitar sonreir para mis adentros. Tiene la teatralidad propia de la juventud, cuando todo se hace un mundo y cualquier contrariedad es como escalar una montaña muy alta. Si se profundiza mucho en el tema sus ojos empiezan a empañarse y casi no puede hablar, lo que le avergüenza. Casi prefiero que hable cuando le apetezca, cuando tenga necesidad de desahogarse o esté relajado.

Pero la historia no terminó ahí. Hace unos días Miguel Ángel llegó a casa con los ojos arrasados en lágrimas. Nunca le había visto así, él nunca ha sido llorón. Cuando se calmó un poco contó que Artemisa le había dicho que no podían seguir adelante después de lo que les habían dicho. Él pensaba saltarse las normas del centro a la torera, aunque les expulsaran a ambos. El amor hace perder la cabeza fácilmente. Estaba dolido. Quitó la foto de ella de su cartera. Si no consigue las cosas cuando se le antojan se enfada enseguida. Hoy en día los chicos tienen muy baja tolerancia a la frustración. Además, es muy ingenuo todavía, y algo egoísta, porque sólo piensa en satisfacer sus caprichos, sin importar las consecuencias.

Aún recuerdo mi primer amor, casi con la misma edad que tiene él ahora. Nunca he vuelto a sentir como en aquella ocasión. Pero aún no tenía madurez, y mis circunstancias eran muy distintas a las de ahora. Todos procedemos movidos por nuestros condicionantes del momento, que son muchos. Y además la forma de ser lo es todo: en mi caso, con lo vergonzosa que puedo llegar a ser y los miedos que me asaltan, más después de un dirvorcio, no es raro que me pierda cosas interesantes.

Me hubiera gustado que a Miguel Ángel se le despertaran los sentidos en los sitios habituales para los chicos de su edad. Encontrar el amor en un centro de tratamiento psicológico no es muy alentador, al menos para mí. Artemisa tiene unos problemas muy particulares surgidos a raíz de una experiencia traumática. Ella es hermosa (mi hijo me enseñó en su momento la foto de la que ahora se ha desprendido tan sentidamente), alta, de complexión atlética. Una tentación para cualquier chaval. “¿Qué te gusta de ella?”, le pregunté hace poco. “Pues todo”, me dijo.

En fin, parece que ahora las aguas han vuelto a su cauce. Admiro su temple, porque tener que estar todos los días junto a la persona que quieres sin poder expresarte es un suplicio. Y más allí, que deben desnudar su alma en las terapias, para sacar fuera todo lo que lleven dentro.

Lo que sí es cierto es que tenemos que dejar a un lado los temores y permitir que los hijos hagan uso de su libre albedrío, siempre bajo supervisión claro, pues basta que nos opongamos a sus deseos para que éstos se hagan más fuertes. Acertará, se equivocará, como a todos nos ha pasado, pero tiene que seguir su camino, ser el dueño de su destino. Que disfrute y que sufra lo que tenga que disfrutar y sufrir, que el tiempo pasa y en algún momento encontrará la estabilidad, y que le quiten lo bailao, como se suele decir.

No hay comentarios:

 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes