Zinos es un turco treinteañero que vive en Alemania y un día decide abrir un restaurante. Al principio los problemas se suceden: el cocinero es un gitano del norte de Europa que amenaza a los clientes cuando piden que les prepare platos que a él no le gustan; él tiene una hernia discal que no le deja vivir en paz; cuando contrata a un grupo para que toque en su local se va la luz; la camarera, que es un tanto enigmática, si no está de humor se niega a servir las mesas…
Poco a poco los platos que prepara el impredecible cocinero extienden la fama del local, aunque sigue siendo igual de agresivo: cuando le falta un día un condimento, echa un chorro del vino que está bebiendo a gollete en una enorme cacerola en ebullición, lo que provoca una gran llamarada, y acto seguido lanza un enorme cuchillo al tablón de corcho que está junto a la puerta cuando ve que Zinos se tiene que ir deprisa para solucionar un contratiempo. “¿Volverás verdad?”, le pregunta con su vozarrón amenazador. Realmente tiene algo de infernal esa cocina.
A Zinos le gusta colocarse junto a él para observar cómo cocina. Quiere aprender sus trucos para ser capaz de hacerlos él también, pero no es tan fácil: el cocinero bate una masa de tal forma que cuando pone el recipiente boca abajo no se derrama nada; cuando Zinos lo intenta se le derrama todo.
Otro día el cocinero le echa algo al postre que aumenta la libido (tiene un sentido del humor diabólico). Justo cuando reciben la visita de una inspectora de Hacienda muy estricta que le reclama impuestos a Zinos. El local se convierte al cabo de un rato en una reproducción de Sodoma y Gomorra, en una orgía sexual en la que la que participa con más entusiasmo que nadie es curiosamente la inspectora de Hacienda.
El cocinero dice que a la cocina hay que ponerle alma, que la suya es una “soul kitchen”, porque si no no merece la pena.
Contratan a un Dj y el restaurante se convierte en una improvisada discoteca, pero el hermano de Zinos, Illias, al que acaba de nombrar encargado porque ha salido de la cárcel y no encuentra trabajo, se pelea con el Dj y lo despiden.
Más grupos llevan su música en vivo al local, que se llena todas las noches hasta la bandera. Por un momento los hermanos bailan juntos música de su país, al que añoran. Están contentos. Son muy sentimentales, y tienen los dos mucho carácter, por lo que es inevitable que a veces choquen, pero se quieren profundamente.
Una amiga fisio lleva a Zinos a un hombre que ejerce la medicina alternativa en su casa. Está muy nervioso porque su hernia le produce mucho dolor y no sabe lo que le van a hacer. El hecho de que en la sala de espera oiga los gritos de un paciente al que está atendiendo antes que a él, y el saber que al que le va a atender le llaman “el rompehuesos” no contribuye precisamente a tranquilizarle. El curandero le ata con unas sogas y le coloca tirado en el suelo boca arriba. No hace caso de sus quejas y amenazas: le da un tirón enorme hacia atrás y él lanza un sonoro chillido. Por fin le han colocado todo en su sitio.
Cuando Zinos pierde el restaurante porque Illias se lo ha jugado a las cartas (cómo llora luego arrepentido, cómo le echa la bronca el abuelo), el cocinero se va a un circo ambulante como lanzador de cuchillos. Pero Zinos consigue recuperar el local de chiripa en una subasta, tras pedirle el dinero a una antigua novia adinerada que le traicionó con un chino, y porque el mejor postor se atraganta en la puja final con un botón que se le ha caído al abuelo sobre su pastillero y le impide hablar.
Zinos había aprendido todos los trucos del cocinero: consigue batir la masa de tal manera que cuando pone boca abajo el recipiente ya no se derrama. Y lo primero que hace al reabrir el local es cerrarlo para preparar una cena sólo para dos, a la que invita a su amiga fisio, que es la mujer que le gusta.
Soul kitchen es de esa clase de películas nada convencionales que te hacen reir de principio a fin sin necesidad de recurrir a los gags del cine más comercial, sólo con la originalidad disparatada de sus situaciones. Soul kitchen nos regala el oído con una selección musical muy interesante e intensa, y nos deja además un buen sabor de boca, no sólo por la exquisitez de sus platos. Sus protagonistas, a pesar de su extravagancia, nos resultan cotidianos, conmovedores, divertidos, cercanos, muy cálidos, e inevitablemente les terminamos cogiendo afecto.
Cine reciente que ya ha pasado a formar parte de mi filmoteca particular.
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