Pocos hombres dejan tras de sí a su muerte una fortuna tan incalculable, una vida tan intensa y tantos descendientes entre los que repartir su herencia como el controvertido y excéntrico pintor Lucian Freud, que ha muerto hace poco en Londres a los 88 años de edad, dejando algunos de los mejores cuadros hiperrealistas de la segunda mitad del siglo XX, y un capital valorado en 143 millones de euros cuya distribución, a buen seguro, generará polémica porque deberán repartírsela entre los 14 hijos, con cinco mujeres diferentes, aunque podrían ser más. Se rumorea que hasta 40. Sin contar con la casa-estudio victoriana de Notting Hill donde Lucian, nieto de Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, pintó la mayor parte de sus obras y que podría convertirse en casa-museo, al igual que la mansión de su abuelo en Hampstead Heath. Y están sus lienzos, sus retratos y desnudos hiperrealistas, de valor incalculable. En el año 2008 se convirtió en el pintor vivo más cotizado cuando vendió su lienzo Supervisora de subsidios durmiendo, en el que aparecía una mujer obesa tumbada en un sofá, por 3,5 millones de euros.
Entre hijos, mujeres que aún viven, sus cinco sobrinos y una extensa familia que nadie sabe donde termina exactamente, ademas de sus guardeses y sus mascotas. De los 14 vástagos reconocidos, los dos primeros los tuvo con su primera esposa y los 12 restantes con amantes. Tres de sus hijas nacieron el mismo año, en 1961, de madres distintas.
Lucian Freud, nacido en Berlín en 1922, era el mediano de los tres hijos de Ernest Freud, un reputado arquitecto. Su familia, judía, emigró a Londres en 1933 huyendo del nazismo. Su abuelo se reuniría con ellos tres años más tarde. Se casó, por primera vez, con Kitty GarmanEpstein en 1948. Kitty era hija del escultor Jacob Epstein y una de las siete hermanas Garman, conocidas por su belleza y por pertenecer a los círculos artísticos del Grupo de Bloomsbury. Lucian conoció a Kitty a través de Lorna Garman, su tía, con la que salía. Con Kitty tuvo dos hijas. El matrimonio se deshizo en apenas cuatro años. Se divorciaron en 1953 y entonces se casó con Lady Caroline Blackwood, escritora y actriz, la bella hija, de 22 años, del marqués de Dufferin y la heredera del imperio cervecero Guinness. La suya fue una relación tumultuosa, con frecuentes infidelidades por parte de Freud. Lady Caroline no quiso tener descendencia con él y se divorciaron en 1958, cuando él contaba 36 años. Ya no se volvió a casar, aunque aun tendría 12 hijos más con otras cuatro mujeres, algunas de las cuales simultaneó. Con la escritora Bernardine Coverley tuvo dos niñas. Con Suzy Boyt, una brillante estudiante suya en la escuela de arte St Martin’s, tuvo cinco hijos. La diseñadora de moda Katherine McAdam, dio a luz a otros cuatro vástagos suyos. Y con la pintora Celia Paul, alumna suya en la escuela de Bellas Artes Slade, tuvo un niño.
La prestigiosa poeta Annie Freud, de 63 años, es la mayor de sus hijos, mientras que Frank Paul, de 26 años, es el menor. Éste acaba de exhibir su primera colección de cuadros de estilo surrealista, como su padre en los comienzos. De hecho, la mayoría de los hijos conocidos de Lucian Freud han desarrollado exitosas carreras artísticas, sin que su padre les haya dado nada más que sus genes.
Intenso y libre, analítico y profundo, Freud dedicaba como mínimo nueve meses en completar cada uno de sus cuadros, en sesiones interminables de a veces 14 horas, de día y de noche. Recitaba a sus musas desnudas fragmentos de poemas, les cantaba, bailaba con ellas y les ofrecía champán. Luego se acostaba con ellas. Y seguía pintando. No podía parar de pintar. Sus cuadros se caracterizan por la intensidad y la vitalidad, y por la profundidad psicológica de sus modelos. Fue un conquistador hasta el final. En 2003, con 80 años, mantuvo una relación con su nueva musa, la modelo Emily Bearn, de 29 años. El apetito sexual del artista era insaciable. Las mujeres que estuvieron con él lo definen como una persona extraordinariamente atractiva y carismática, con una personalidad arrolladora y genial.
La escritora Joan Wynham, una de sus amantes, explicó que «no podías evitar sentirte atraído por Lucian, era maravilloso e increíblemente excéntrico». Un amigo íntimo suyo relató que, a los pocos días de casarse con Lady Blackwood, comió con ellos en París y que, durante la comida, «pasó una muchacha muy guapa, Lucian se levantó y se fue tras ella, no lo volvimos a ver hasta dos días después».
También era conocido su fuerte temperamento. Pintó Self-Portrait with a Black Eye (Autorretrato con un ojo morado) tras una pelea con un taxista. Se negó a pintar a personas que no le gustaban como el Papa Juan Pablo II o la Princesa Diana. Y rechazó pintar a la mujer del célebre dramaturgo Andrew Lloy Webber por «amenazarle» con entregarle entradas gratis para su nuevo musical. Siempre hizo lo que quiso y cuando quiso. Su madre decía que las primeras palabras que pronunció fueron: «Dejadme en paz».
Ninguna de sus hijas recuerda a Lucian como padre. Era su padre pero nunca le llamaron papá. Estaba entregado en cuerpo y alma a la pintura. Su vida era su estudio. Y allí era donde, a veces, dejaba que lo visitaran ellas. La única manera de acercarse a él era posando, a menudo desnudas. No obstante, ninguna de ellas habla mal de su padre. Todas lo admiran como pintor. Ellas y sus madres fueron sus principales musas. Necesitaba conocer muy bien a las personas que pintaba. Tal vez fueron Bella y Esther las dos hijas que se llevaron mejor con su padre. Y de las pocas que tenían su número de teléfono. Eran las hijas de la escritora Bernardine Coverley. Bella Freud está considerada como una de las diseñadoras británicas más importantes, mientras que Esther Freud es escritora, elegida en 1993 como una de los mejores 20 escritores jóvenes del país. Esther declaró una vez que nunca tuvo una relación padre-hija con su padre. «Posé para él cuando tenía 16 años, así fue como pude conocerle, nunca habíamos vivido en la misma ciudad», confesó. Esther cuenta que ellos, los hijos, no tenían elección: «Puedes conseguir un poco de él si no esperas que actúe como padre».
Por su parte, Susie Boyt, la escritora, confesó que estaba muy tensa la primera vez que posó como modelo para él, a los 17 años. «Quería decirle: ‘¿dónde estabas cuando te necesitaba?’», explicó a la prensa local. Pero no le dijo nada. Se conformó con un poco. Se limitaron a hablar de literatura, de arte y de musicales, y a cantar. Después de estudiar en Oxford, Susie Boyt, inició una exitosa carrera como escritora. La ausencia del padre es una constante en su obra.
A los cuatro hijos que Lucian Freud tuvo con Katherine McAdam, se los conoce como los hijos olvidados de Freud porque no se supo de ellos hasta el año 2004. Crecieron lejos de su padre porque su madre, allá por 1971, los metió en una furgoneta alquilada en medio de la noche y se los llevó a vivir lejos de Londres y lejos de Lucian Freud. Acababa de enterarse, a través de la prensa, de las otras amantes y otros hijos que tuvo mientras estaba con ella. Se instalaron en un piso de protección oficial y empezaron una nueva vida, con el apellido McAdam y, aunque sabían de quién eran hijos, no volvieron a reunirse con su padre hasta la madurez.
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