Antonio Gala es siempre una fuente inagotable de referencias a todos los temas que se puedan imaginar. En su libro Los papeles de agua, aunque su lectura me ha resultado tediosa y lo voy a tener que dejar a medias, he encontrado sin embargo algunos de esos pensamientos suyos tan profundos que le han hecho famoso y que son en realidad pura poesía. El amor, la escritura y el arte son la piedra angular de todos ellos:
“Te quise puerilmente, con una pasión profunda y delicada, acerca de la cual no he podido hablar ni una sola vez: no hubo nunca un momento propicio ni una propicia compañía. Cuanto más sensitiva es una persona, cuanto más casta y tímida, más necesaria es la máscara de las risas. Como una gasa fina que cubre las heridas bajo el brutal esparadrapo… Es preciso recordar que todos pueden ser fácilmente heridos….”
“Sé que hay escritores que se cumplen sólo escribiendo, que se desahogan escribiendo, que sustituyen el fervor y la palpitación y el riesgo de la vida por aquello que escriben: es más cómodo y menos peligroso. Pero también sé que muchos hay que opinan que vivir puede ser un sustituto osado y temerario de escribir o pensar. (…) Al contrario de lo que creían los románticos, ningún verdadero escritor ama ese riesgo, esa zozobra mortal que es la vida”.
“El idioma es un vehículo, sí, un sistema circulatorio de raíces y arterias. Una vía de comunicación, de conocimiento. Y una compañía infinita. ¿Por qué, si no, me alimento y me protejo trazando palabras, sin saber bien cuáles ni por qué, en estos papeluchos?. (…) La comunicación más alta posee el don de despertar en otro el sentido de quién es y contribuir a que se reconozca. Lo mismo que el amor: un trabajo que contribuye a que otro se realice y que a su vez realiza a quien lo hace”.
“La soledad del acto de escribir. Lo terrible no es el hecho de exhibirse en los folios, de desangrarse en ellos: eso es un masoquismo consolador a veces. Ni es lo terrible la misión, inventada o no, de remediador de la realidad o devorador de ella; ni la búsqueda del conocimiento de las causas más hondas, de la verdadera voz de la justicia. Lo terrible no es su labor de denuncia, de desenmascaramiento, de guerra a muerte a la inhumanidad. Hablo de la infinita soledad del que levanta unos segundos los ojos del papel, mira al frente y no ve nada. O no mira al frente, sino dentro de sí, y está temblando, extraviado en una selva no amiga, casi siempre hostil, llena de ruidos, de rumores, de recovecos, de sugestiones, y tiene que llegar a donde nadie lo está esperando. (…) Perdido, solo y perdido. De eso hablo. De ese animal no doméstico ni domesticable; de ese animal indómito, en apresurado anhelo de su propio ladrido, de su gañido, de su aullido, de una voz propia. (...) De ahí que el auténtico escritor no haya de justificarse. Todo le servirá. Hasta sus pecados”.
“¿No voy a saber yo que el escritor es siempre un marginado?. Los otros corren tras metas previsibles, encaran dificultades superables, se recompensan con resultados más o menos próximos. El escritor no sabe dónde va ni qué busca. Lo marginan o se margina él: no le gusta la clase en que nació, ni su mundo, ni su época, ni la profesión que lo alimenta. Lo cambiaría todo si pudiera. Pero la literatura es para él como el aire: contaminado o no, precisa respirarlo. Esa es la prueba definitiva de que uno es escritor: moriría –en cierta forma, pero moriría- si escribir no le fuese posible”.
“La literatura fue mi forma de amar, de conocer, de acariciar, de aprender (…). El que escribe no vive para contar: cuenta para vivir más y, de paso, contagiar más vida a los que leen. Escribir no consuela de nada; no, no cura, sino que reabre las heridas: es una llaga nueva por la que, como por un ojo, se ha de ver todo de nuevo; por la que, como por una boca, se ha de contar todo de nuevo; revivir lo que de veras no se ha sabido vivir. (…) Para algunos seres, literatura y vida son dos nombres de la misma ansiedad y el mismo júbilo”.
“Eso es lo que a la gente le acobarda y le hace huir: el desvalimiento, la dependencia, la sorpresa infinita, el asombro infinito que provoca el amor…Y es eso justamente lo más hermoso de él: la huella que deja cuando nos abandona… Por eso a mí el amor me resulta difícil. Y yo a él, imposible…”
“Si los críticos de cualquier arte tuvieran serio sentido crítico, cambiarían de profesión. El único capaz de internarse y ahondar en una creación es el propio creador, siempre que sea auténtico”.
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